Mr R, el profesor inglés de Matemáticas, siempre alegaba contra los aplausos. Decía en su español complicado “Los urguaios siempra aplauden por chodo”. Tenía razón. Los uruguayos aplaudimos por todo. Cuando alguien dice algo bueno, cuando gana premio, cuando se termina un evento, después del feliz cumpleaños, al que llega tarde, al que se equivoca, al que le emboca, cuando se pierde alguien, cuando algo hace gracia, cuando aterriza un avión... hay aplauso hasta en la misa. Siempre tuve un complejo frente a los aplausos excesivos, me provocaban cierto rechazo. Pero confieso que cuando entré a facultad y caí en una clase que realmente disfruta del aplauso, me contagié del síndrome. Y me divierten los aplausos, entendí el entusiasmo que generan. Contagioso. Dejo mis prejuicios de lado, y cuando puedo, aplaudo. A la larga, de chiquitos de las primeras cosas que aprendemos a hacer es a aplaudir.
P. D. : Lo de la misa todavía no lo puedo lograr. Alguien me convenció de que en la misa no se aplaude, se canta. Y yo le creo. Y en el avión tampoco...pero ya lo superaré.
P. D. : En la imagen, T, S, y B, hace tiempo, en casa. Aplauden. (las manos que no se ven son las de S.).
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3 comentarios:
Sí, en misa no se aplaude, y ojalá no se cantara la mitad de lo que se canta...
Me rompes mi ilusión Eresfea, que las únicas canciones que yo puedo entonar más o menos bien son las de la misa. (porque son todas parecidas)
En misa no, pero con el tiempo, he aprendido a valorar el aplauso y sobre todo, a superar la timidez que me genera. Como la caricia, como el beso, es el escape que el cuerpo da a la emoción que desborda el alma...
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