miércoles, 28 de mayo de 2008

Frío de invierno


Hace tiempo lo esperaba, y hoy llegó el invierno. Escondo mis manos bajo los puños del buzo y deambulo a paso lento, como si no supiera a dónde voy. Sé a dónde voy, pero camino a paso lento . Siento el frío seco en la cara y la tranquilidad de la tarde que se empieza a apagar con la llegada de la noche. El tiempo pasa lento, y lo abrazo en el silencio más profundo. Me saco una película y tomo una decisión: cuando llegue a casa me voy a poner el buzo más grande que tenga y voy a mirar la película. El día empezó hoy tempranito. Y fue un día lento.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Una despedida


Sofía era una gigante labradora dorada, había adquirido la ternura y simpleza de su dueña. A T y a mí nos acompañó durante toda nuestra historia de amistad. Todavía recuerdo las primeras veces que T me invitaba a jugar a su casa y yo tenía que tomar aliento para atreverme a abrir el portón pese a los ladridos desaforados de Sofía. La miraba a T hablarle y abrazarla y me sentía extraña, nunca tuve perro y semejantes manifestaciones me desconcertaban. Si iba a dormir a lo de T, Sofía también se quedaba con nosotras. Con el tiempo, se ganó todo mi cariño, y alguna vez, recuerdo sorprenderme a mí misma por encontrarme acariciándole el lomo, o incluso la cabeza. De chicas, todas disfrutábamos de correr con ella y tirarnos en el pasto, después empezamos a disfrutar de su compañía en nuestras largas conversaciones de invierno, se tiraba a nuestros pies, y participaba en silencio. Sí que la queríamos a Sofía. Abrir la puerta y esperar su bienvenida, esquivar su cuerpo pesado, y acariciarle un poco el lomo cuando se revolcaba por el pasto. No entiendo mucho de perros, ni de qué siente uno cuando pierde a su perro, y por eso me siento inútil. Ayer, después de quince años, a T se le murió Sofía. Y a mí, desde mi inexperiencia sobre perros, sólo se me ocurre dedicarles un post a ellas, a Jackie, a T, y a Sofía.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Historias que me gustaría contar









pero que por ahora-por mi espíritu de reserva-prefiero guardar en fotos.

1. Un pueblo perfecto.

2. Sancho.

3. El escenario.

4. La chismosa.


P.D. : no son títulos, aclaro. No tengo vocación de tituladora.




Postergación con punto final.

Los Intocables es una de las mejores películas que vi hasta ahora. Por su guión, sus actores, la perfección con la que se manejan los tiempos, los juegos de tensión, la profundidad en la elaboración de personajes, y en sus relaciones.
Me enamoré de ambos, de Elliot Ness, y de Malone, de cada uno en su etapa de la vida. Pero para mí el personaje más grande de esta historia es la mujer de Ness. Durante toda la película admiré su calidez, la entereza con la que lo acompañó a Ness, y la fuerza con la que lo esperó. Por un momento, después de que da a luz sola(sin que su marido le sostenga la mano por estar corriendo tras la mafia) pensé que el personaje era quizá utópico, irreal. Sin embargo, luego de que termina la historia, el autor se toma el trabajo de seguir un poco más, para que Ness vuelva a su casa, a ella. Le entregua al italiano el objeto simbólico de policía, y muestra que fue una etapa terminada. Un esfuerzo con un objetivo concreto. A ella no la postergó eternamente, sólo necesitaba que lo esperara un tiempo. Quizá se lo hizo saber, y por eso ella pudo esperar. Por eso ella pudo. Genio el autor, genio el director. Una historia de la que podría hablar horas. Y en la que seguro todos encontremos distintas puntas que admirar, gracias al valor de los personajes secundarios.
Cuando alguien me pregunto qué quiero ser cuando sea grande(¿aún soy pequeña?), voy a contestar: un intocable. Ídolos. Seguro que hasta con eso tengo que dar menos explicaciones de las que me piden.
P.D. : La mejor escena, la que corren en los caballos. Im-pre-sio-nan-te.