martes, 16 de octubre de 2007

¿Culpables?

Por la culpa de la cámara de fotos en estas últimas semanas me perdí dos reportajes y una noticia.

Primera pérdida.
Salí a caminar por la rambla, llevé la cámara porque el día estaba lindo. Suelo salir a la rambla por una calle que tiene una cuadra corta (ese lugar me trae recuerdos adolescentes) y la única casa que ocupa la cuadra es la del tan polémico Robin Henderson. Me encuentro con que la casa tenía pegado en el cerco un gigante cartel, (una pancarta si soy más específica). Pensé en Eresfea, vaya si se divertiría de ver que la casa de tres pisos del Señor Henderson también se sumó a la distinguida moda de las pancartas.
En el cartel decía: “Viva la Justicia. Te queremos Tienda Inglesa”. Entonces, me sentí orgullosa de tener la cámara- quizá me había vuelto en verdad una periodista. Pero cuando me posiciono para sacar la foto: tragedia. Cámara sin pilas.

Segunda pérdida
Durante gran parte de la caminata pensé en lo que escribiría en el reportaje. Diría lo absurdo de que el gran hombre de negocios pegara pancarta en su casa. Y al mismo tiempo, diría que si todos nos pusiéramos la camiseta de lo que hacemos cómo lo hace este hombre, quizá Uruguay sería más Grande. Escribí todo el paseo por la rambla. A la vuelta, había oscurecido, y la casa del Señor Henderson se había llenado de autos. Doble pérdida, se me escapaba ahora además una noticia: Hoy Tienda Inglesa festeja el triunfo.

Epílogo
Me apuré a casa, busqué pilas, pero no había. Saqué las del grabador. Volví a lo de Henderson. También gastadas.
Si hubiese estado cerca de la civilización, hubiera podido comprar pilas. Siempre disfruté el vivir lejos y poder escuchar a los pajaritos de mañana, pero en aquel momento hubiese querido un comercio cerca muy por encima de los pajaritos. Volví a casa frustrada. Sé que estoy en un “dos mil siete de imágenes”. Ya no valen tanto las palabras, y a quién le importaría mi reportaje de Henderson sin la imagen.

Tercera pérdida
El Domingo de tarde vi circular por ciudad vieja a un grupo de niñas de doce años disfrazadas de vedettes. Había salido el sol y las niñas paseaban por una calle, gris y algo destruida, de bikini blanco y plumas de colores, a la hora de la siesta. Y ellas, encantadas. No tenía la cámara, pero pensé en un titular para el reportaje que me perdía. Todavía no se me ocurre, quizá porque me interrumpió la cara de mi padre si a los doce años nosotras hubiésemos emprendido semejante paseo dominical por Montevideo.

Epílogo
No me puedo quitar la imagen de la cabeza: El cielo celeste, las construcciones más lindas de Uruguay apagadas por paredes sucias y puertas clausuradas. La calle destruida, pero aún con algo de piedra. Y por el lado izquierdo un desfile de niñas semi-desnudas y con plumas de colores, al estilo de Bailando por un sueño. Y sonrientes. Tan sonrientes. Acepto sugerencias de titulares. Pensé en los comentarios del reportaje. Nosotras nos disfrazábamos de mamás, con carteras y tacos altos, si nos poníamos audaces, de modelos, y entonces nos maquillábamos. A los doce ya ni nos disfrazábamos, íbamos en la bicicleta a la placita. Y a mí de pequeña me acusaban de fatal... decían que me mandarían a las Carmelitas descalzas en donde me mantendrían calladita. ¿Habré tenido una infancia reprimida? Quizá si no fuera por culpa de mis padres hoy sería yo vedette. Y si no fuera por culpa de mi cámara, sería una buena periodista.


P.D. : Este post, como penitencia, no tiene imagen. Apuesta al valor de las palabras.

2 comentarios:

eresfea dijo...

El sábado pensaba yo de manera parecida alrededor de hechos diferentes.
Como quedó demostrado en otra imagen de este blog, los pies de vedette, al menos, no te fallan.

Coppelia dijo...

Eresfea, ahora me dejas con la intriga de cuáles eran esos hechos, y cuáles eran esos pensamientos.
Con respecto a los pies: por algo se empieza.