Detesto la palabra estrés. Y detesto mencionarla. Pero no lo puedo evitar: estoy estresada. Por eso, porque tengo que combatir esa maldición, abro la ventana de mi cuarto para sentir el calorcito de septiembre ( que siempre tiene sabor a novedad) y hago una lista de veinte pequeñísimos placeres ombliguísticos que disfruto. Recordarlos me hace olvidar de que me falta Tiempo para hacer las mil y una cosas que debo hacer esta semana, y por un instante, me convenzo de que el estrés no existe. O al menos, de que no vale la pena.
1. Dormir con la ventana abierta en verano.
2. Bañarme en el mar.
3. Bailar.
4. Leer a la sombra.
5. Galopar.
6. Tener un ataque de risa.
7. Escuchar música.
8. Andar descalza.
9. Conocer un lugar nuevo.
10. Luego, volver.
11. Comer churrascos en la estufa el domingo.
12. Mirar una buena película.
13. Correr.
14. Espiar las conversaciones entre los niños.
15. Usar vestido.
16. Caminar sin apuro.
17. Vivir sin apuro.
P.D. :No están en orden. Hay dos que no voy a confesar. Y uno que vale doble (el N° 17). Otro día haré la lista de los placeres compartidos, pero lo de hoy no fue sólo un post, fue una terapia egoísta.
P.D. : La imagen es de Maitena.
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