miércoles, 5 de septiembre de 2007

Resaca de un padre


Anoche me desperté en un mundo sin paredes
En una mañana sorda
En un verano detenido.
No me levanté, y tampoco me quedé acostado,
No dormí, y no estuve despierto.
Me hundí en un zumbido perverso,
Y encontré un lugar en la ausencia.
Mi lugar en el mundo.

Él abrió la puerta y se acercó descalzo,
Ya era casi tan alto como para verme en la cama
Y su manito ahora no envolvía más mis dedos.

Aún guardaba el misterio del mudo
Y la simpleza de quien todavía

no repitió la experiencia del otoño.

Lleva mi nombre, una injusticia superlativa,
Y mis ojos, un consuelo egoísta
Él es mi esperanza, yo soy su cruz.

Atravieso una vida que no recorro
Con aliento a fuego, respiro los días inexistentes
Con sorbos ardientes, adormezco el alma vacía
Y con besos de vidrio, enveneno la memoria sucia
Él es mi esperanza, yo soy su cruz.

Jamás descubrí el amor hasta que lo conocí,
Pero yo para él soy un desconocido,
Y para el amor, un indescubierto.
No lo pude ver nacer, y no podré verlo crecer
Porque la noche que llegó
yo estaba abrazado a mi debilidad,
y el día que crezca,

estaré hundido en mi condena.

Lo abandoné por mil copas en la noche
y lo olvidé con las resacas de la tarde
Sueño su voz de hombre
pero miento, porque sé que jamás
tendré la gracia de oírla.

Y si pudiera, lloraría
Porque sé que soy el culpable
De haber crucificado mi esperanza.

Pero no puedo, porque mis lágrimas,
Como mi vida, quedaron secas.

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